Antes, cuando un periodista iniciaba una investigación para escribir un reportaje de gran calado, una denuncia o un libro donde rascaba un asunto hasta dejarlo en las raspas, tenía que invertir mucho tiempo y dinero yendo de un lado para otro, consultando archivos y bibliotecas, hemerotecas, o capitulaciones en manos de notarios, y si se daba el caso de que algunos de esos documentos estaban en otro país, la investigación se convertía en algo tan oneroso que, o se abandonaba, o se publicaba sin esas referencias. No digamos si estaba escrita en otro idioma pues entonces había que pagar un traductor.
Hoy gracias a internet, eso está al alcance de la mano, de las yemas de los dedos.
Mientras escribía mi libro sobre la crisis económica, tuve que verificar si las declaraciones de algún personaje citadas por los medios respondían a rumores o eran ciertamente declaraciones originales. Bastaba hacer un rastro por internet para comprobar los discursos del director gerente del FMI, el testimonio del detective del FBI TeodoreCacioppi, que detuvo a Madoff; o incluso, lo que había dicho en un libro un personaje destacado. Todo ello sin gastar más dinero que la conexión telefónica.
Por ejemplo, saqué algunas declaraciones de Leo Melamed de su libro autobiográfico "Escape to the Futures", que se encuentra en googlebooks. De todos modos, me compré el libro posteriormente porque googlebooks a veces no muestra todas las páginas.
La lista de los clientes de Madoff se puede obtener en scribd, una web donde la gente cuelga documentos, libros, papeles de todo tipo, y que es una maravilla para cualquier investigador.
Tampoco hace falta tomar una avión e ir a Alemania a consultar los diarios regionales como el Frankfurter Rundschau, porque se puede leer en la web, así como las magníficas entrevistas de Der Spiegel a Enzesberger o a Reinhard Marx, las de Die Zeit a Habermas (todas sin abonarse) o los reportajes de Sterm.
Un periodista sólo necesita conocer las técnicas del rastreo, las fuentes, las webs útiles, y un poco de idiomas. Digo un poco porque con los diccionarios instantáneos, hasta los reporteros más torpes pueden traducir los documentos. No será una traducción óptima, pero hace solo 15 años no hubiera tenido ni siquiera el dinero para traducirlo.
Y para el colmo de la felicidad de los periodistas que hurgan en medios del pasado, este año se presentó la biblioteca virtual de prensa histórica donde se pueden ver por internet las más gloriosas páginas de nuestra prensa, del Imparcial a Caxon de Sastre, sin necesidad de acudir a las hemerotecas lejanas y llenas de telarañas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario