domingo, 24 de abril de 2011

¿Cómo encadenar párrafos sin usar conectores?

Me apuesto una cena a que un periodista no puede escribir un artículo de 100 palabras sin usar los viejos conectores: sin embargo, paralelamente, por otro lado, asimismo, en cambio, por el contrario...

Esa fórmula a veces es inevitable, pero se convierte en fatigosa cuando surge por la pereza del autor. No es un misterio decir que en algunas escuelas de Escritura Creativa se enseñan métodos simples, pero muy eficaces, para que la transición de un párrafo a otro sea tan suave como la de esas secuencias de película con planos tan bien montados que el espectador no percibe los cortes.

Cuando uno está viendo una película "y se da cuenta de que está viendo una película" es porque el montaje ha fallado: hay un plano que no encadena con otro y el espectador sale de su visión inconsciente. En la escritura, la torpe transición de un párrafo a otro produce la misma sensación. Despiste.

Las mejores transiciones son las que pasan de modo sutil y automático ante la mente consciente. En esos momentos, no nos damos cuenta de que estamos leyendo. Estamos absortos. Nos hemos sumergido en la lectura y ni siquiera emergemos para tomar aire. Son trucos invisibles empleados por los maestros. Y bien, ¿y cuáles son esos trucos?

1. Palabras repetidas. Consiste en escoger una palabra o serie de palabras del párrafo anterior y repetirlas en el siguiente. Por ejemplo, en el tercer párrafo de este post repito la palabra "película" que estaba en el segundo párrafo.

2. La pregunta. Hay varias formas. Finalizar un párrafo con una pregunta, y responderla en el siguiente. Lo he hecho en el cuarto párrafo de este post, al acabar con ¿cuáles son esos trucos?
La pregunta puede empezar el párrafo siguiente. Es decir, podía haber hecho punto y aparte en trucos invisibles, y empezar el otro párrafo con
¿Y cuáles son esos trucos?

3. Crear sentencias paralelas. Acabar un párrafo con esta una frase como esta: "... lo cual da solidez, claridad y fuerza a una novela".
Y empezar el párrafo siguiente de forma parecida: "Aparte de solidez, claridad y fuerza, una novela necesita personajes creíbles".

4. El sentido. Creo que es la más difícil pero puede ser la más espontánea. Sucede cuando los párrafos nacen para resolver el sentido de la historia que se cuenta. Las frases del principio y del final de cada párrafo sirven de eslabón porque explican, detallan, sorprenden, hilan o intrigan. Voy a poner un ejemplo.

"El gobierno de Islandia pensó que una forma de depender menos de las oscilaciones económicas mundiales era subir los tipos de interés. Este pequeño país llegó a tener tipos de interés del 15%. Insólito.

Entonces sucedieron varias cosas: por un lado, los islandeses pedían créditos en moneda extranjera para evitar sus costosos créditos locales. Por otro, los inversores internacionales (bueno, sí, especuladores) se sintieron tentados a poner su dinero en Islandia porque les daban hasta un 10% de interés.

Como siempre, el reflejo de todo ello era que la moneda local, la corona, se iba revalorizando. ¿Qué significaba eso? Que importar productos era más barato.

Para colmo de coincidencias, el planeta vivía desde mediados de los años setenta en la imparable corriente de la liberalización financiera. EEUU y Gran Bretaña, se habían sumado a esta corriente nacida en la mente de los economistas de Chicago (Milton Friedman fue el padrino) de modo que el capitalismo popular se convirtió en su lema, y el gobierno islandés decretó la liberalización de los servicios financieros.

Los bancos islandeses no se quedaron atrás: poco a poco, los grandes bancos públicos fueron privatizados. Los nuevos accionistas eran grandes emprendedores y para atraer capitales y prestar dinero, podían ofrecer jugosos tipos de interés. De este modo, fondos de inversión y banqueros de otros países, pusieron sus ojos en Islandia y a esa pequeña isla dirigieron sus ahorros."

Como veis, cuando se trata de una narración histórica, el encadenamiento es más fácil porque el lector ya entiende que un hecho viene tras otro. El problema surge cuando tratamos de demostrar algo sin recurrir a la historia. Entonces, las tres formas anteriores de encadenar párrafos representan una buena salida.

Y por supuesto: meter de vez en cuando un conector como acabo de meterlo yo ahora.
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sábado, 9 de abril de 2011

Unos minutos con el periodista de The Guardian que publicó las filtraciones de Wikileaks


David Leigh estuvo esta semana en Madrid presentando su libro "Wikileaks y Assange", (Deusto) que firma junto con otro periodista llamado Luke Harding.

El libro está descrito en tercera persona, a pesar de que Leigh es protagonista de algunos pasajes como el encuentro con Assange en un hotel de Noruega. "Usé la tercera persona porque en realidad mucha gente de The Guardian intervino en el libro y en la investigación", me dijo pocos minutos antes de comenzar la rueda de prensa en Madrid.


Aproveché esos minutos para preguntarle por esa primera vez que vio a Assange. "Oye", le dije", "no te sonó raro que en medio de una fiesta en un hotel, llegase Assange y te dijera: '¿Quieres ver algo especial? Sube a la habitación conmigo".

Leigh se echó a reír. "Sonaba muy raro", confesó. Una vez en la habitación, Assange le mostró el espectacular video donde un helicóptero Apache ametralla y mata en Bagdad a doce personas, entre ellas dos periodistas de Reuters. "Fue lo más fuerte que he visto en mi vida", confesó Leigh.

Le confesé que le envidiaba por todo lo que ha vivido con el caso Wikileaks. "Estas cosas pasan una vez en la vida", reconoció. Luego, en la rueda de prensa, Leigh afirmó que gracias a Assange y a Wikileaks el periodismo de investigación está renaciendo.

Es verdad. Hablamos de que los medios de comunicación están viviendo un cambio de modelo y lo están haciendo en medio de una crisis económica. Como todo eso está desbaratando la cuenta de resultados de las empresas periodísticas, y entonces recortan los fondos para la investigación porque es muy costosa. Tener a uno, dos o tres periodistas sin producir artículos diariamente es muy costoso. Tener a un equipo de investigación gastando dinero en viajes, en recursos, en hoteles, en citas con fuentes confidenciales y sin producir mientras tanto un solo artículo, es muy oneroso.

Por eso, no había grandes historias en la prensa desde hacía mucho tiempo. Había historietas. no grandes historias. No revelaciones.

Eso es lo que hay que agradecer a Wikileaks. Y a Assange, a pesar de que está medio loco y que es un poco raro. Por ejemplo, con las mujeres. El episodio de sus extravagancias con dos suecas que le admiraban, al final ha enemistado a Assange con The Guardian. Están peleados porque The Guardian publicó que Assange no había tenido cuidado al acostarse con dos mujeres en diferentes días, las cuales, al ver que no usaba preservativo, le exigieron que se hiciera la prueba del sida. Assange se negó. Le denunciaron.

The Guardian publicó este comportamiento delictivo (razón por la cual puede ser extraditado desde Londres), pero a Assange no le gustó. Les dijo que no publicasen nada de eso. No quería ser transparente con su vida personal, en lo cual tiene razón... siempre que no haya una denuncia por medio.

Leí el libro de Leigh y me gustó mucho. He leído otro de Greg Mitchell titulado "La era de Wikileaks" (The Age of Wikileaks), que no está en español. Es un resumen de lo que todos sabemos y está bien por eso.

Y me queda por leer la visión de Wikileaks del máximo colaborador de Assange, el alemán Daniel Domscheit-Berg, que se separó y fundó OpenLeaks.org. Ha escrito "Dentro de Wikileaks" (Ediciones Roca).

Aquí os dejo lo que publiqué en 233grados sobre la rueda de prensa de Leigh. Otra entrevista (en inglés) que le hizo TechCrunch.

Y además, lo que publiqué días antes en mi blog de Lainformacion.com, cuando se cumplió un año de la aparición en público del video del helicópero Apache que nos estremeció.

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martes, 5 de abril de 2011

Las buenas historias se volverán a contar a lo grande gracias a las tabletas

Tuve una conversación con el periodista Miguel Angel Uriondo (Actualidad Económica) hace meses. De repente, sacó su tableta, una Samsung, la manipuló y dijo: "Creo que vamos a tener que escribir para esto, y encima hacerlo en un lenguaje nuevo".

Yo pensaba lo mismo.

Las tabletas se extenderán como un medio más de lectura de periódicos, pero llegará un momento en que modificarán la forma de escribir periódicos digitales.

Porque estamos hablando de dos cosas que se pueden hacer con las tabletas: la primera, navegar por un periódico como lo hacemos con el portátil o el PC; la segunda, leer artículos como si fueran libros o revistas, pasando las páginas deslizando el dedo. Una lectura más natural.

Pongo un ejemplo.

Es más fácil leer The Economist en una tableta que leerlo en un PC e incluso que leerlo en papel. Haced la prueba: os descargáis la versión para el iPad, por ejemplo, y os tumbáis en el salón. Ni siquiera hace falta deslizar el dedo: basta tocar la pantalla con la yema para pasar página.

Si eso es más cómodo, ¿por qué no escribir artículos para el Ipad, para las tabletas? Incluso, volveríamos a ver artículos largos. Es casi una contradicción con lo que dije en este blog hace semanas, donde animaba a escribir artículos cortos con frases cortas.

Pero claro, me refería a navegar.

Las tabletas cambian ese prejuicio porque, gracias a una aplicación, permiten leer "pasando página".

La idea de escribir especialmente para tabletas me estaba dando vueltas desde hace tiempo. Ahora he comprobado que un grupo de periodistas norteamericanos ha puesto en marcha algo que resuelve el enigma. Miguel Fernández, fotógrafo mexicano de Lainformación.com, me envió este enlace. Se trata de The Atavist, un portal que reivindica los artículos largos, especialmente concebidos para el iPad.



"Una buena historia bien contada". Ese es uno de sus lemas. Porque hay historias que merecen ser contadas sin cortes.

Lo que pasa con el periodismo digital es que para ser leído, necesita resumir, cortar, extractar, meter en pastillas... En caso contrario, el lector no presta atención o se extravía.

Pero con las tabletas, es decir, gracias a cosas como el iPad, se puede volver a las leer buenas historias escritas por buenos periodistas. "Más largas que un artículo, más cortas que un libro", dicen en The Atavist.

Lo he probado: me descargué una historia (la demo), y descubrí que además podía escucharse. Era una delicia escuchar ese largo reportaje. Claro, delicia de fin de semana.

Pero me pareció muy cara cada una de esas historias: por muy larga que sea, 2,39 dólares por una historia o un reportaje es casi lo que uno pagaría por un periódico de fin de semana. Pero me encantó leer/escuchar esa historia como si fuera una novela corta, pasando las páginas a la vieja usanza.

Creo que el futuro también va por ahí. O parte del futuro.
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