sábado, 29 de agosto de 2009

¿Usamos los periodistas la hipnosis sin darnos cuenta mientras hacemos entrevistas?



Sin saberlo, los periodistas hemos usado técnicas hipnóticas para llegar al alma del entrevistado.

¿A quién no le ha pasado alguna vez? ¿Cuáles son las señales?

Llega un momento en que todo desaparece a nuestro alrededor. Hablamos lentamente, formulamos cuestiones más profundas, miramos fijamente al entrevistado, percibimos por pequeños gestos determinadas notas de sus sentimientos, de su alma, que necesitan salir, y las sacamos con cuidado, usando nuestra voz como una herramienta de sugestión, y nuestras palabras, con la precisión de un cirujano o de un médico.

Creo que es algo que nos ha sucedido a todos pero no nos hemos dado cuenta, no hemos caído en la cuenta de que hemos empleado técnicas de sugestión, de hipnosis.

Hace muchos años, a un estudiante de Filosofía de la Universidad de California le pidieron que ordenase los archivos fílmicos de la biblioteca de su universidad. Estos archivos consistían en las sesiones personales de una terapeuta llamada Virginia Satir. Algunas eran sesiones de hipnosis en las que empleaba las técnicas de Milton Erickson y de Fritz Perls.

A medida que el estudiante se tragaba una y otra sesión de Satir, e investigaba filmaciones antiguas realizadas por Erickson (eran un poco defectuosas), fue descubriendo que esas personas sugestionaban a sus pacientes con mucha eficicia. Los hipnotizaban empleando un ritmo muy suave, un tono de voz profundo, y empleando palabras especiales. Por ejemplo, nunca usaban los imperativos ("Y ahora vas a cerrar los ojos"), sino que suavemente inducían al paciente a cerrar los ojos ("Hay personas que dicen que se sienten bien cerrando los ojos").

La hipnosis Ericksoniana tuvo un eco enorme en los años cincuenta y había creado toda una escuela. Pero el estudiante, llamado Richard Bandler, pensó que el éxito de Erickson y de los que lo imitaban no estaba tanto en el tratamiento, sino en la relación que establecían con el paciente: en la comunicación. Era el método para relacionarse con los demás lo que hacía que los pacientes de Erickson, de Satir o de Perls superasen sus fobias.

Bandler pidió permiso a uno de sus profesores para investigar más a fondo esta forma de comunicar y el profesor se entusiasmó tanto que se sumó a la investigación. Con la colaboración de Satir, ambos trataton de fijar un modelo, una fórmula, un sistema, y llegaron a la conclusión final de que era una habilidad de comunicación. Se podía emplear para ayudar a los médicos a relacionarse con sus pacientes, para tener éxito en terapias, pero también para cualquier persona que quisiera abordar una nueva forma de comunicar. Lo llamaron PNL, Programación Neuro Lingüística.

Al leer las bases de la PNL me he dado cuenta de que yo, como muchos periodistas, la ha empleado inconscientemente en algunas ocasiones para sacar declaraciones a los entrevistados. Eso quiere decir que habría que buscar el método detrás de esa intuición, y convertir la PNL y la hipnosis ericksoniana en una herramienta no agresiva para mejorar el trabajo de los periodistas.

Por cierto, Erickson era paralítico. Había sufrido polio de joven y cuando tenía 16 años escuchó a tres médicos decir al pie de su cama que "este chico morirá mañana". Tardó 65 años más en morir. Era daltónico, y durante una època de su vida sufrió una parálisis tan total que sólo podía mover los ojos. Entonces desarrolló otras cualidades como fijarse en su cuerpo, en las pequeñas tensiones que podía lograr y en el lenguaje corporal de los demás. Su vida fue extraordinaria. No se hizo rico porque no deseaba hacerlo. Atendía a sus pacientes en su casa, y el comedor era la sala de espera.

lunes, 24 de agosto de 2009

Una entradilla "a pie forzado" que vale la pena ensayar


¿Esto es un artículo deportivo? En efecto. Lo vi hace unas semanas en El País y me gustó el comienzo.

Para ser sinceros, es un poco largo y despista al lector porque no tiene nada que ver con el tema. Es una entrada a "pie forzado".
Pero el autor demuestra que sabe algo más que de deportes y que tiene una formación histórica elogiable.
Se titula: "El hombre infinito" y es sobre Usaín Bolt, el corredor jamaicano que está batiendo los records de velocidad en cualquier pista del mundo.

El autor es C. Arribas y la fecha, el 18 de agosto de 2009. Este es el comienzo.


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El 1 de noviembre de 1755, a las 9.40, la tierra se abrió en Lisboa. Los efectos del terremoto que destruyó la capital portuguesa los sintió Kant mientras daba, a miles de kilómetros de distancia, su cotidiano paseo por la plaza de Konigsberg. Se paró el reloj del Ayuntamiento y él aprovechó para desarrollar la teoría de lo sublime, lo hermoso y lo malvado. El mundo no volvió a pensar igual desde entonces.

Cuentan los periódicos jamaicanos que el domingo, a la misma hora en que un relámpago metafórico iluminaba el cielo de Berlín durante 9,58s, se abrieron las nubes negras que se habían ido apelotonando sobre el cielo de Sherwood Content, la aldea en la que nació Usain Bolt, rasgadas por un relámpago real, y un diluvio comenzó a anegar la tierra reseca, a empapar en la lejana Kingston a los cientos de aficionados que bailaban luggo luggo al tiempo que Asafa Powell y Bolt en la pantalla gigante de una calle convertida en un passa passa espontáneo. El signo de un cambio, la respuesta a una duda que los filósofos de ahora, los sociólogos, alumbrados por esa luz, empiezan, y no es una exageración, a plantearse en términos metafísicos. "¿Es el hombre un ser finito o infinito? ¿Evoluciona libremente o su desarrollo está fijado por un cálculo matemático? De eso nos habla Bolt", dice, en Le Monde, el sociólogo Christophe Brissoneau.