viernes, 30 de julio de 2010
Las sentencias contrapuestas, un lío para la mente
jueves, 29 de julio de 2010
El test moral que debe pasar todo periodista
martes, 27 de julio de 2010
"Tienes un sobre anónimo en recepción". Así comienza el periodismo de investigación
lunes, 5 de julio de 2010
No me aburra con su columna
Me lo paso en grande leyendo los primeros párrafos de los artículos de opinión de los periódicos, de las revistas o de cualquier publicación de empresa. La mayoría empieza diciendo “actualmente” o “a propósito de”. Otros citan una ley importante que van a comentar. Y muchos arrancan con “todos sabemos que la actual reforma es un desastre”. La que más gracia me hace es la que empieza con un adverbio terminado en -mente como “inicialmente”. Me entra la risa.
Cuando doy clases de escritura, siempre digo que los dos o tres primeros párrafos se pueden tachar porque son muy aburridos: lo importante suele venir en el cuarto párrafo. Pero todos los artículos empiezan de una forma muy académica porque los autores quieren impresionar a los demás. Que piensen que son personas eruditas, académicas, inteligentes. A nadie se le ocurriría comenzar con un relato como éste. “Juan Pérez llegó al banco con la intención de reducir su hipoteca y salió con una deuda aun mayor. Todavía no sabe qué pasó en esos 15 minutos”.
O bien, con una reflexión inteligente. “La guerra contra el tráfico de drogas batió el año pasado todos los récords: colaboraron 198 países, se incautaron 150.000 toneladas de drogas, se movilizaron más de medio millón de policías en todo el planeta. Pero hubo otro récord: no pudieron evitar que el año pasado fuera el de mayor producción de opio de la historia. Algo falla”.
Me llama la atención el tamaño de las frases. Es otra forma de divertirme. Me pongo a contar cuántas líneas pasan hasta encontrar un punto. La semana pasada vi una frase de 13 líneas y de un ancho de columna mayor de lo normal. Había subordinadas y yuxtapuestas –esas frases metidas entre comas o guiones como esta que son como los tropezones de hueso en medio de una salchicha–, y, por supuesto, muchos adverbios terminados en -mente: indudablemente, erróneamente, objetivamente. Gracias a la mente que produjo esos adverbios, las palabras se alargan como chicles.
LAS ARCHISÍLABAS
Y para rematar la mala faena, los autores de esas columnas de opinión disfrutan escribiendo palabras de más de cuatro sílabas. Vean este ejemplo: “Aunque la crisis haya tenido un origen indudablemente extrínseco, la sistemática negatividad de sus repercusiones en España, y unas actuaciones gubernamentales fundamentadas en impracticables diagnósticos –objetivamente erróneos y conscientemente falseados–, han desembocado en el actual desastre”. Hay 15 palabras de más de cuatro sílabas en unas pocas líneas. El ojo humano se agota con rapidez, sobre todo si esas palabras no significan gran cosa. El catedrático vasco Aurelio Arteta las llama archisílabas. Son esas que terminan en -ción o -idad, como concatenación o gobernabilidad. La gente que no sabe escribir, piensa que a los lectores les sobra el tiempo. En lugar de ir al grano, emplean cientos de palabras, o palabras muy largas. Nadie les lee. Bueno sí. Hay alguien que siempre llama, un alumno, un buen amigo, un pelota. Solo uno. Pero el autor llega a su casa y dice “me han felicitado”. En plural.
domingo, 4 de julio de 2010
Las frases negativas, una distorsión de la mente
Los neurólogos todavía andan discutiendo si la mente humana puede entender las frases negativas. Unos dicen que no: que el inconsciente no sabe interpretar las negaciones, que es una autodestrucción de la mente, que no estamos preparados.
Luego vienen los psicólogos de la conducta que nos aconsejan no usar negaciones o frases negativas, pero no porque no las entendamos, sino porque son pesimistas, nos impiden actuar. Y luego están los expertos en PNL o Programación Neurolingüística, quienes afirman que las frases positivas nos ayudan a alcanzar antes nuestra meta. Piensa en positivo y obtendrás tu recompensa.
Yo no voy por ahí.
Pienso que las negaciones siempre tienen algo perverso. Puede ser atractivo y las he usado mucho en este post, pero hay algo dañino en ellas. Hace tiempo, leí que Hemingway desaconsejaba (antes había escrito 'no aconsejaba') abusar de las negaciones, o de las composiciones negativas. Era mejor usar sustitutos positivos, aunque fuese una frase dramática o una situación pérfida.
Los lingüistas afirman que una de las técnicas más simples de sugestión hipnótica es la negación.
Ordenan: "No piense usted en el color azul". Y claro, para entender esa frase, es preciso pensar en el azul. Eso es lo que exponen Grinder y Bandler en Tranceformations.
El director de la revista Muy Interesante me recomendó una vez escapar de la tentación de poner No en la portada. Estaba demostrado que las ventas caían cada vez que se usaba una negación en la portada.
Las dobles negaciones son construcciones muy difíciles de entender en castellano. “No puedo no dejar de ir”, es difícil de entender. Pero decir “tengo que ir” es más fácil y encima es lo que significa esa frase.
O bien, negaciones combinadas con verbos de omisión o de negación. “El juez se negó a suspender una frase del acusado donde omitía su participación en el asesinato”. Es un tanto alambicada. “Suspender” y “omitir” son verbos negadores en cierta forma. Es mejor decir: “El juez incluyó la frase del acusado donde afirmaba no tener relación con el asesinato”.
Las frases en positivo son psicológicamente más inteligibles. Las negaciones necesitan afirmaciones. Por ejemplo, si yo digo “Fulanito de tal se fue al campo a coger amapolas pero no logró traer ninguna”, en realidad es una afirmación, una realidad.
¿Qué problemas traen las frases negativas? Que tardamos más en comprenderlas. Esto es lo que dice el profesor Francisco Valle Arroyo, de la universidad de Oviedo. “Numerosos estudios empíricos, en dos décadas de investigación psicolingüística, han puesto de manifiesto que en general las oraciones negativas son más difíciles de entender que las afirmativas correspondientes, y esto tanto si se trata de tareas de relleno como verificación. La dificultad de comprensión ha sido definida operacionalmente como el tiempo de reacción (TR), es decir, el tiempo que transcurre desde la presentación de la frase hasta que el sujeto da una respuesta adecuada: completa la frase que le había sido presentada o evalúa la verdad o falsedad de la misma.”