Empiezan siempre de la misma forma: demostrando lo mucho que saben. ¿La obra? Que espere, pues ahí está el crítico para restregarnos en la nariz lo mucho que ha leído, sus profundas convicciones sobre la historia del arte, o cómo la lectura del libro, la visita a la exposición, o la asistencia al estreno de teatro, es "una experiencia inaplazable". Es como ir a un restaurante y en vez de pinchar directamente en el pavo, tenemos que esperar a que el chef haga una loa del pollo de pita. ¡Hay hambre, carajo!
No, amigos. No hay piedad. El que siga escribiendo de esa manera tan aburrida y decimonónica, que después no se queje si se queda en el paro. ¿Queda alguien original en esta profesión? ¿Es que no hay otra forma de empezar las crít¡cas artísticas que diciendo "llega con cierto retraso a nuestra ciudad, la primera exposición individual...? Bla, bla, bla. "Nuestras salas de cine acogen con placer el estreno de....". "Tras recorrer con éxito fulgurante las principales óperas de Europa, aterriza en España...". "El escritor ha tocado todos los géneros y esta vez nos regala con una serie de cuentos..."
Bla, bla, bla.
Es hora de la Revolución. ¡A la guillotina! ¡Que caigan más cabezas!
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