Me lo paso en grande leyendo los primeros párrafos de los artículos de opinión de los periódicos, de las revistas o de cualquier publicación de empresa. La mayoría empieza diciendo “actualmente” o “a propósito de”. Otros citan una ley importante que van a comentar. Y muchos arrancan con “todos sabemos que la actual reforma es un desastre”. La que más gracia me hace es la que empieza con un adverbio terminado en -mente como “inicialmente”. Me entra la risa.
Cuando doy clases de escritura, siempre digo que los dos o tres primeros párrafos se pueden tachar porque son muy aburridos: lo importante suele venir en el cuarto párrafo. Pero todos los artículos empiezan de una forma muy académica porque los autores quieren impresionar a los demás. Que piensen que son personas eruditas, académicas, inteligentes. A nadie se le ocurriría comenzar con un relato como éste. “Juan Pérez llegó al banco con la intención de reducir su hipoteca y salió con una deuda aun mayor. Todavía no sabe qué pasó en esos 15 minutos”.
O bien, con una reflexión inteligente. “La guerra contra el tráfico de drogas batió el año pasado todos los récords: colaboraron 198 países, se incautaron 150.000 toneladas de drogas, se movilizaron más de medio millón de policías en todo el planeta. Pero hubo otro récord: no pudieron evitar que el año pasado fuera el de mayor producción de opio de la historia. Algo falla”.
Me llama la atención el tamaño de las frases. Es otra forma de divertirme. Me pongo a contar cuántas líneas pasan hasta encontrar un punto. La semana pasada vi una frase de 13 líneas y de un ancho de columna mayor de lo normal. Había subordinadas y yuxtapuestas –esas frases metidas entre comas o guiones como esta que son como los tropezones de hueso en medio de una salchicha–, y, por supuesto, muchos adverbios terminados en -mente: indudablemente, erróneamente, objetivamente. Gracias a la mente que produjo esos adverbios, las palabras se alargan como chicles.
LAS ARCHISÍLABAS
Y para rematar la mala faena, los autores de esas columnas de opinión disfrutan escribiendo palabras de más de cuatro sílabas. Vean este ejemplo: “Aunque la crisis haya tenido un origen indudablemente extrínseco, la sistemática negatividad de sus repercusiones en España, y unas actuaciones gubernamentales fundamentadas en impracticables diagnósticos –objetivamente erróneos y conscientemente falseados–, han desembocado en el actual desastre”. Hay 15 palabras de más de cuatro sílabas en unas pocas líneas. El ojo humano se agota con rapidez, sobre todo si esas palabras no significan gran cosa. El catedrático vasco Aurelio Arteta las llama archisílabas. Son esas que terminan en -ción o -idad, como concatenación o gobernabilidad. La gente que no sabe escribir, piensa que a los lectores les sobra el tiempo. En lugar de ir al grano, emplean cientos de palabras, o palabras muy largas. Nadie les lee. Bueno sí. Hay alguien que siempre llama, un alumno, un buen amigo, un pelota. Solo uno. Pero el autor llega a su casa y dice “me han felicitado”. En plural.
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