domingo, 28 de junio de 2009

Siempre sobran los dos primeros párrafos en las columnas de opinión y ésta es la prueba

Lean esto:

"El goteo de quejas por el uso de determinadas expresiones que se consideran lesivas es permanente. Las últimas que he recibido se refieren al artículo La culpa del otro, en el que el profesor Rafael Argulloll aludía el pasado 31 de mayo a "las circunstancias que rodean a la juventud como causantes del preocupante barbarismo que se detecta en forma de ignorancia, apatía, autismo o violencia". La frase molestó a algunos lectores, padres de niños autistas. Eva Reduello nos reprocha "el uso del término autista como sinónimo de barbarismo". "Yo, hasta que tuve una hija con autismo, tenía el mismo concepto: personas que se aíslan del mundo, lo rechazan y muestran apatía e incluso agresividad contra él", pero ésa es una visión "trasnochada y falsa". "Mi hija es cariñosa, dulce y alegre, y es muy feliz", dice. Ester Cuadrado exige "respeto y ética" porque "el uso que perpetran de la palabra autismo incide de manera directa en la consideración social de niños como mi hijo", argumento que comparten otros padres como Eva Campano, David Vaguco o Mariano Alvira".

Se entiende perfectamente, ¿verdad?

Pues no era así el comienzo de esta columna de análisis-opinión. En realidad, la autora, defensora del lector en El País, había metido antes estas morcillas.

"La visibilidad pública es la primera condición de existencia en la llamada sociedad mediática. Por esa razón, controlar la imagen que se proyecta en los medios de comunicación se ha convertido en una preocupación prioritaria de cualquier institución, personalidad o colectivo. Nombrar significa definir, ubicar, catalogar. Un periódico no sólo es una propuesta de jerarquía de la realidad, sino un modo de definirla, y lo hace con el lenguaje como principal herramienta. Pero el lenguaje no es neutro ni permanece estático. Refleja una manera de pensar y evoluciona con el tiempo, como el propio pensamiento.

El deseo de controlar la visibilidad mediática es la razón por la que los periódicos son objeto de una creciente presión sobre la forma en que utilizan el lenguaje. Esa presión procede de dos frentes: el de quienes se defienden del uso del lenguaje periodístico como fuente de estereotipos negativos que tienen efectos discriminatorios sobre determinados colectivos, y el de quienes, de forma activa, pretenden modular la expresión periodística con normas de corrección política destinadas a imponer cierta visión de la realidad acorde con sus intereses particulares. De ambas se nutre abundantemente el correo de la Defensora.

Abordaré hoy el primero de estos frentes, el de las ofensas". (a partir de aquí comienza lo importante, pero la autora ha preferido aburrirnos con estos párrafos inútiles)

Cada vez que alguien me pregunta cómo escribir columnas de opinión le digo que elimine los dos primeros párrafos. O los tres primeros. No sirven. El autor está calentando motores. Buscando las ideas. Organizándolas. Pero los lectores no tenemos por qué aguantar esos instantes de indecisión.


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